Los álbumes de cromos fueron muy populares entre el público infantil hasta hace unos años. Con sus múltiples temáticas, representaban un vehículo de difusión y conocimiento que complementaba lo aprendido en el colegio, en una época en la que se vivía con uno o dos canales de televisión y sin estar pendientes del teléfono.

Acudir al kiosco del barrio a comprar estampas formaba parte de un ritual en el que la ilusión del sobre cerrado y la incógnita tejían una sociabilidad de calle y de juegos, donde el intercambio de las “repes” y el olor a pegamento se mezclaban con el de los chicles.

El Museo Escolar de Pusol conserva una interesante colección de álbumes, comprendidos principalmente entre la década de los años treinta y la de los ochenta del pasado siglo. Desde los coleccionables de Nestlé y sus “maravillas del mundo” a los de Dragon Ball, Pusol custodia  numerosos ejemplares de esta entrañable manifestación de cultura popular.

Otro tanto se puede decir de los tebeos, que los/as niños/as –y no tan niños/as- devorábamos ya a través de los escaparates de colorines de nuestra infancia. Varias generaciones crecieron (crecimos) junto a la historieta de humor y sus personajes –Zipi y Zape, Mortadelo…- o los héroes enmascarados y caballeros y damas medievales –el Guerrero del Antifaz, el Capitán Trueno…-, compañeros/as de fatigas del pasado, en el que las aventuras y las risas penetraron en unos hogares huérfanos de tecnología.

Decenas de cabeceras de estos “cómics” conforman el fondo del Museo; centenares de revistas de Bruguera y Valenciana, sobre todo, por las que también asoman multitud de historias vividas que hoy reposan en nuestro centro.

Autor: Rafa Martínez, director de la Fundación Proyecto Pusol.